Jacarandas

La cosa es que hoy no hice nada;
me levanté tarde,
anduve en piyama,
caminé por la calle,
me ensucié con paleta de limón y Miguelito,
hablé por teléfono en la banqueta,
me rayé los dedos de los pies con pluma verde,
compré una hierbabuena,
comí sopa y pan con crema,
y otra paleta de limón,
aparté dinero para pagar mis deudas,
lamenté un poco haberme gastado lo que gasté ayer,
me arrepentí de arrepentirme de eso,
tomé agua de naranja,
fui por mi medicina,
me lavé los dientes,
barrí mi cuarto,
tendí la cama,
hice sentadillas,
no me bañé,
seguí pensando en eso que pienso,
noté cómo aprendo lento, pero pienso rápido,
así, me acuerdo que estoy aprendiendo a ser yo, dejando de serlo tanto,
rescatándome a pedazos del río rápido de la costumbre,
descifrándome las señas,
los silencios,
las voluntades;
me regañé,
lloré,
pero casi nada,
luego quise estar hecha de más cosas,
de mejor materia prima,
quise ser todas y cada una de mis amigas,
casi todas,
o un animal,
no,
mejor mujer,
mujer mejor,
sí,
esa es mi forma favorita;
vi jacarandas,
hay que aprovechar cuando están moradas,
y aunque me cuesta todavía:
me contemplé los ojos,
hay que aprovechar cuando los tengo abiertos...
entonces saludé a mi perro,
abracé a mi hermano,
comí sano,
perdoné a mi padre,
me tiré en la hamaca,
caminé descalza,
me amarré el cabello,
jalé aire con la boca,
me mordí las uñas,
me pasé la rodilla por la nariz;
me miré los ojos,
aprovechando,
viendo qué pedazos de mí siguen siendo míos.

La cosa es que no hice nada, mas que sentarme,
sentarme en mí,
adentro.