domingo, 31 de agosto de 2008

La historia de esos dos



Él era alto, como un árbol. Y ella delgada como una rama, de la cintura. Y el día que por primera vez se encontraron, él no pudo decir nada, era sumamente tímido, siempre lo había sido, así que se quedó mirando, mirándola. Ella sí dijo, le dijo a gritos cuánto le gustaba con cada ojo y si no hubiera sido por la laringitis agudísima que en ese momento padecía, hubiera también utilizado la voz.

Cada uno se fue a su casa con una sensación agradable. Casi sonriendo. Y de no haber sido por todo el ron que bebió él y el billete que ella halló de camino a su coche, hubieran quedado claros de que esa alegría provenía de verse uno al otro.

Creyeron que su vida seguía siendo como la habían pensado. Pero a la vida no le importa lo que nadie piense de ella. Es el ser más independiente y anárquico que haya existido. Así que hizo exactamente lo que le dio la gana.

Ella llegó a casa, guardó el coche, tomó un té de bugambilia, abrió las sábanas y se tendió como siempre, sobre todo el colchón. A media noche despertó a hacer pipí, había sido demasiado té.

Él llegó a su casa, a su cama, apagó la luz, se dio vuelta y ya medio dormido, pasó el brazo sobre su mujer.


2 comentarios:

  1. Mi hean. Welcome back to life. Duele ahora y brilla tanto que lastima los ojos, pero no es otra cosa que la libertad. Abrazos a destajo.
    TQ

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